Siempre es complejo determinar el valor de tu empresa de manera realista, considerando tanto capital humano como tecnológico, cuando lo determinas te permite tener una mejor proyección de tu negocio.
Tanto para los que quieren vender su empresa como para los que pretenden comprar una, poner el precio justo es una decisión compleja. Regularmente y por cuestiones emocionales, el empresario suele valorar a un precio superior y los posibles compradores, la valúan a un precio menor.
Para determinar el precio, es importante ver la viabilidad de un negocio, su crecimiento y lo que se ha invertido en la empresa. A continuación, te presentamos elementos indispensables que tienes que tomar en cuenta a la hora de valuar tu empresa:
Elementos físicos: Bienes tangibles de la empresa: maquinaria, local, material, stock de productos, materias primas, mobiliario… Es el apartado más fácil de medir; su valor se estima sólo por el precio. Aquí es importante tener en cuenta la depreciación de las herramientas, maquinarias o vehículos, que lo rebajan. Si el local es de alquiler, valora su importe; si es un edificio propio, observa los gastos de mantenimiento.
¡No pienses sólo en las partidas más visibles! El mantenimiento requiere otros gastos que no deben olvidarse, como los gastos de material de oficina, suscripciones, teléfono, o correo.
Elementos humanos: ¿Cómo ponerle precio al capital humano de la compañía? En este punto, valora, además de los sueldos, las contribuciones por incapacidad laboral, el desempleo o bajas por enfermedad. No se trata sólo de calcularlo según los salarios y las cargas sociales, sino de ir más allá. Pregúntate si va a haber prejubilaciones, si hace falta contratar más personal, qué perfil se necesita y cuánto cuesta aumentar o disminuir el equipo.
Elementos legales: Debemos cuidar mucho los cálculos referidos a contratos, licencias, seguros o patentes. Para solucionarlos, es recomendable acudir a un especialista que se encargue de cerrar esos flecos que escapan al pequeño empresario y que pueden provocar más de un disgusto.
Elementos tecnológicos: Ser una empresa del siglo XXI requiere, inevitablemente, estar al día en todos los avances tecnológicos que afecten al sector. Equipos y programas informáticos, telefonía, conexiones a Internet, una página web propia, innovaciones (tanto en productos como en los procesos), caja registradora, terminales del punto de venta y sistema de alarma o de seguridad son algunos de los elementos que tendrás que estudiar con detenimiento.
Aspectos empresariales: Recuerda que lo que se compra o se vende es un proyecto, años de experiencia, en definitiva, tu vida de empresario. Y eso son palabras mayores. Hablamos de aspectos como la cartera de clientes, proveedores, competitividad de la empresa, riesgos en los que puede caer, estrategias de marketing, planes de crecimiento, situación del sector, servicios externalizados o que requieren serlo… Aquí es donde el puzzle se complica.
En cuanto al sector, algunas otras pistas son: analizar la cuota de mercado que puede alcanzar y las ventas que generaría; cuánto puede crecer el mercado, y los precios que puedes manejar según lo que esté haciendo la competencia. Además, se deben calcular los costes de la actividad, si tienes servicios externalizados y si interesa hacerlo, sin olvidar las cuantías dedicadas a publicidad y otros servicios profesionales (gestoría, contabilidad y asesoría).
Valorar la cartera de clientes y los proveedores es también terreno peligroso. En el fondo se están traspasando relaciones humanas, de fidelidad y todo el trabajo que ello requiere; pero no queda otra salida que traducirlo a números. ¿La clave? Poner en claro el flujo de ganancias y costes que suponen tanto clientes como compradores, para lo que hay que tener en cuenta los descuentos que se aplican por ambas partes y la diversificación con la que se trabaja. Lo mejor, una vez más, es no depender de clientes estrellas, que pueden acabar por aguarte los planes.
Elementos económico-financieros: Para muchos expertos, el punto que realmente cuenta a la hora de ponerle precio a una empresa es su capacidad para generar dinero. El EBITDA es lo único que dice realmente cuánto ganas cada año, en opinión de algunos expertos.
Todo empresario debe evaluar el estado de salud de su empresa, equilibrio patrimonial, apalancamiento, necesidades de financiación e inversión, el cash flow que genera el negocio y, por tanto, la rentabilidad de la actividad que desarrolla.
La cuenta de resultados es la que inclinará la balanza hacia una valoración u otra, pero no se pueden tomar los resultados sólo de un año, y mucho menos en esta época. Se trata de mirar los resultados y márgenes obtenidos en los últimos años para ver mejor la evolución de la empresa; de hecho, mientras más datos se manejen, más fiables serán las valoraciones finales.
Y como a la hora de la verdad todo deriva a las entidades bancarias, también has de tener en cuenta tu relación con ellas al analizar los elementos económicos, entre los que deberían entrar en juego las cuentas corrientes y créditos, y la necesidad (o no) de inversión. En definitiva, la compañía ha de tener una estructura financiera estable, que se pueda mantener a lo largo del tiempo y con capacidad para afrontar posibles riesgos.
A cuenta de los intangibles: ¿Qué parte de tu cuenta de resultados se puede imputar directamente al conocimiento de la marca? Es una percepción del consumidor por lo que resulta muy difícil traducir ese aspecto al libro contable. Es un valor intangible, aunque no cabe duda de que el valor de una marca encubre tras de sí el secreto de la compañía: una fórmula exclusiva, una cadena de distribución que llega a todos los rincones o una buena campaña. La marca y la imagen de la compañía son de esos elementos que nadie sabe valorar, pero todos sabemos que existen.
Sobrevaloración. Sostienen algunos expertos que las valoraciones de las pymes españolas no se hacen correctamente. El vendedor suele pedir por su negocio el 80% de la facturación anual, una cifra demasiado alta. EE. UU. lo normal es el 25%. En España, se les da un valor a la empresa por el apego sentimental que tienen hacia ella muy por encima de la realidad.
Negociaciones interminables. El proceso de venta debe durar entre seis meses y un año, pero nunca más. De hecho, si en un año no has conseguido vender la empresa, es poco probable que cierres la operación, o al menos que la cierres con éxito.
Poca transparencia. Algunos expertos lamentan que, en ocasiones, las pequeñas empresas sean poco transparentes, confundiendo el libro de contabilidad del dueño con el de la empresa.
Confusión. Otro pecado capital, aunque algo menos común, es confundir la venta del negocio con la venta del inmueble: puede que el comprador no quiera el local, pero sí esté interesado en la compañía.
1. Método de múltiplos. Esta técnica es apropiada para compañías que tienen una vida de, al menos, 10 años y con un histórico de sus resultados. ¿La razón? La valoración a través del método de múltiplos se realiza en base al ebitda, para lo que es recomendable tener los resultados de muchos años. Se toman los resultados del año anterior, del presente y el que se espera obtener el próximo, y se multiplica por un número que suele estar entre 3 y 7. Esta técnica se aplica para las compañías que tienen un histórico consolidado y su crecimiento es regular. Si lleva diez años facturando una cuantía, no tiene lógica pensar que, de repente, va a vender el triple o la mitad, salvo circunstancias excepcionales. Pero hay que tener cuidado, porque el sector influye en los resultados de este cálculo. “En mercados como el textil, la zapatería, la biotecnología o las clínicas dentales es más fácil prever las ventas porque son más regulares y utilizan el método de múltiplos”, declara un experto.
2. Descuento del flujo de caja. Para las empresas jóvenes que no tienen un histórico, es la metodología más adecuada: consiste en proyectar los resultados de los próximos cinco años, dándoles un valor presente. Las empresas de software, por ejemplo, tienen crecimientos exponenciales, y para estos casos es mejor valorar a través del método de flujo de caja.
3. Método patrimonial. La mayoría de las valoraciones de empresas se realiza utilizando los métodos anteriores, incluso algunos expertos indican que el 95% de las valoraciones se hace con estas dos técnicas. Pero no son las únicas. Aunque menos, también se recurre al Valor de Activos Ajustados (o método patrimonial), es decir, una valoración de todos los bienes tangibles de la empresa. Es una fotografía de un momento dado, pero no toma en cuenta los intangibles. El problema es que solo indica la situación de un momento concreto ignorando que la empresa es algo dinámico.
4. El método por comparación (Reglas de la experiencia). Es útil para saber cómo se está moviendo el mercado: para valorar la empresa se toma como referencia las operaciones cerradas de empresas similares en el sector.
Caso práctico 1: Restaurante
- Facturación: $7,200,000 MXN anuales
- Ganancias: $1,620,000 MXN anuales
- Valor estimado: Entre $2,700,000 y $4,500,000 MXN, dependiendo de la antigüedad y la oferta en el mercado.
Caso práctico 2: Empresa industrial
- Facturación: $36,000,000 MXN anuales
- Ganancias: $1,080,000 MXN anuales
- Valor: Mayormente basado en activos, considerando maquinaria y propiedades.
Caso práctico 3: Distribuidora de materiales de oficina
- Facturación: $54,000,000 MXN anuales
- Ganancias: $1,620,000 MXN anuales
- Valor estimado: Puede superar los $18,000,000 MXN, dependiendo de la base de clientes y marcas exclusivas.
Estrategias para aumentar el valor del negocio
Aunque no puedes cambiar los resultados de tu empresa de inmediato, aquí tienes algunos consejos para mejorar su valoración:
Con un enfoque proactivo y una preparación adecuada, puedes aumentar significativamente el valor de tu empresa y facilitar su venta.
¿Tienes alguna experiencia o pregunta sobre el cómo calcular el valor de tu empresa?
¡Déjalo saber en los comentarios!
Itzel Navarrete – Comunicóloga y Periodista Empresarial.
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